martes, 6 de octubre de 2015

Siesta de un martes a la tarde

Aprender y desaprender hábitos y rutinas. Esa es la suerte de mis días, la del motor de mi vida. Que cuando me acostumbra ya está cambiando. Vamos, tomá impulso. Yo te aliento. No se puede detener el tiempo. El cielo se apaga cuando cerrás los ojitos. Y suspirás, agotada de tanto jugar.

Cada nuevo amanecer es un regalo. ¿Qué pasará hoy? Siempre guapa, loca y divertida, desde ya. Con esos remolinos de pelos por crecer y una sonrisa inigualable, con esos dos dientitos abajo y los cachetes que te achinan los ojos. Con ese sentido del humor que te hace única y contagia a todos a tu alrededor. Despertate, que el mundo te está esperando. Que yo te estuve esperando. Que pareciera que las dos nos estuvimos esperando. Que las dos nos estuvimos necesitando. 

La vida es más. Eso aprendo de vos. Siempre es más. Inconmensurable alegría en la exactitud de tus caricias. Vivimos en un espejo de amor que crece, que va y que vuelve. Vivimos en la explosión del cariño más puro e incondicional. 

Hace unos días que te veo grande, hermosa y pícara. Más cerca de ser una nena que una bebé. No se puede detener el tiempo.