jueves, 2 de junio de 2016

Una copa de vino

Los astros se alinearon y escribo desde el sillón. Como corresponde, con un gato al lado. Mi gato. Y una copa de vino se disfruta mucho más así. No estoy comiendo ni charlando con nadie, simplemente escribo y la copa está al lado mío. A veces la miro y me siento importante, porque no es un vaso, es una copa. Porque no es agua, es vino. Porque no tomo vino todos los días, tomo vino sólo en ocasiones especiales. Y hoy me siento especial. Tan especial que me permití descorchar una botella de vino para servirme esta copa y tomarla sorbo a sorbo, con un ritmo pausado, mirando a mi alrededor. A este living lleno de juguetes en el piso. Juguetes que en un rato voy a levantar y ordenar divertidamente para mi hija. Todos los días trato de ordenarlos de una manera distinta para que ella se ría. A veces pongo al perro Tito en su sillita de comer y al sapo Pepe manejando el pata pata. Pero siempre trato de alternar. Amo ver su cara de sorpresa y felicidad. Yo creo que va a llegar un punto que ella va a saber que soy yo la que ordena todo así y va a actuar sólo para verme feliz a mi. Vuelvo a mi copa de vino. Vacía. ¿Será que me merezco otra? Hoy madrugué, llevé a Juli al jardín, tuve una reunión de trabajo y fui corriendo a buscarla del jardín para traerla a casa. Ordené el departamento, como todos los días hice la cama, lavé la ropa, cociné, trabajé desde casa y escribí algo sobre una degustación de vinos. Mmm tengo sed. Otra copa. Me la gané ¿no?

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